20/2/17

PALACIOS AZULES

EL PALACIO AZUL DE LOS INGENIEROS BELGAS
FULGENCIO ARGÜELLES

Premio Café Gijón de novela 2003
Ed. Acantilado, 2003




En el panorama literario español puede el lector encontrar esta joya, que destaca con luz propia. Novela que enmarca la acción de los personajes en el escenario concreto de la historia reciente española, los años previos a la guerra civil. Sin embargo, no la calificaría de novela histórica al uso. Mas bien de personajes, por cuyas páginas deambulan una cantidad de figuras singulares, definidas perfectamente, aunque haya un protagonista central que realice el relato en primera persona. Novela de ideas, asimismo, por el acúmulo de reflexiones, sugerencias, pensamientos y discursos que en ella encuentra el lector. Novela de lenguaje: frente al minimalismo lingüístico reinante o al barroquismo sin demasiado sentido, las palabras en esta novela tienen casi tanto protagonismo como los personajes; son un protagonista más, probablemente. Los nombres elegidos para personajes, lugares y casas, derrochan originalidad y simbología, además de sonoridad y lirismo, impregnando toda la narración de una poesía inmensa. Los personajes, además, están definidos no sólo por su físico y actividad, sino principalmente, por su lenguaje: la abuela Angustias que solo habla con refranes; el derroche enciclopédico del jardinero Eneka; la efusión poética de la hermana Lucía; la verborrea histórica del exiliado ruso Basilio, etc.  por citar solo a algunos.
Simbolismos hay muchos: mariposas, musas,  flores, el devenir de las estaciones… Pero las mariposas, con el tránsito y metamorfosis que experimentan en sus frágiles cuerpos, son un símbolo ideal para mostrar los cambios que se van a producir  primero, en Nalo, el protagonista principal, y después, en la mayoría de los personajes secundarios. Y finalmente, en la situación histórica que sirve de telón de fondo, decorado y  escenario. Algo nace y algo muere: crece, se desarrolla, cambia y desaparece.
Referencias literarias: entre los españoles, Cunqueiro. Las imágenes, los modos, los tipos del escritor gallego sobrevuelan el texto: los personajes brotan como recuerdos de un instante, la imaginación, la realidad y el sueño, marcando las obvias distancias, están presentes siempre. Mújica Laínez, Álvaro Mutis, y otros escritores hispanos del otro lado del Atlántico han debido de ser lecturas pensadas y vividas, hechas propias por Argüelles y luego reconvertidas a su experiencia e idiosincrasia personal.

A destacar la ternura con que el autor trata a sus personajes y las relaciones que mantienen entre sí, incluso en los momentos más dramáticos, cuando estalla la insurrección revolucionaria asturiana del 34. También a destacar el hecho de la mirada inocente que recorre la endémica división en dos bandos, a lo largo de la historia española. Nalo mira todo lo que le rodea con inocencia, no con ingenuidad, sino con inocencia,  ausente de culpa, sin tomar partido.
El protagonista vive a caballo entre dos clases: la de los potentados, los ingenieros belgas y la de los humildes, los trabajadores;  más, por su ingreso como ayudante de jardinero en el palacio de los belgas, siendo un sirviente, al mismo tiempo goza de ciertos privilegios que no tienen otros. Se libra del trabajo agotador de las minas, del servicio militar, disfruta respirando el aire limpio y perfumado de los jardines, y conoce un ambiente cultural nuevo y muy sugerente para él, así como descubre el mundo femenino.
Comienza la narración tras la muerte del padre, minero. Nalo es aún un niño, muy pegado a las faldas de su hermana Lucía, ante la progresiva demencia de la madre, los silencios del abuelo Cosme y los refranes de la abuela Angustias. Al crecer es colocado en la mansión de los belgas. Aquello supone un cambio radical en su vida, por el escenario, las funciones a realizar y los personajes que conoce, principalmente el jardinero Eneka, al que sirve de ayudante, y que se convierte en un segundo padre para él. El conjunto de sirvientes de la casa le acogen como un miembro más de la familia. Y comienza su verdadero aprendizaje de la vida. Los distintos personajes le van mostrando facetas de la vida, unas más simpáticas, otras dramáticas y otras muy tiernas. Por medio de unos y otros aprende tanto la dulzura del sexo y del amor, la belleza de la naturaleza, la inmensidad de los conocimientos enciclopédicos, el asombro ante los cambios dramáticos de la revolución política. La historia real de esos años ocurre, pero el autor, al igual que Nalo, no toma partido por las ideas sino por las personas. Las personas que quiere, las personas que le necesitan. Al margen siempre de los vaivenes políticos, es testigo de ellos y partícipe circunstancial.
La narración sigue un eje lineal, aunque trufado de saltos atrás o transversales, donde se da a conocer al lector el misterioso pasado del abuelo Cosme, los avatares de Lucía, los de Basilio, y muchos otros protagonistas secundarios cuyas historias se entremezclan e interaccionan con Nalo, que se sitúa como un eje alrededor del cual va girando el tiovivo de la vida.
Bellísima, emotiva,  reflexiva y a veces durísima narración cuya lectura atrapará al lector que busque literatura con mayúsculas.

Fulgencio Argüelles (Aller, Asturias, 1955). Después de una larga estancia en Madrid, donde estudió Psicología, regresó a Cenera, Asturias, el lugar de su infancia y juventud. Su primera novela, Letanías de lluvia, recibió el premio Azorín en 1992. Desde entonces ha publicado diversas novelas, entre las que cabe destacar Los clamores de la tierra, Recuerdos de algún vivir, Premio Principado de Asturias 2000, El palacio azul de los ingenieros belgas (Acantilado, 2003), premio Café Gijón y Premio de la Crítica que concede la AEA a la mejor novela del 2003, y A la sombra de los abedules. Esta editorial también ha publicado en 2014 su novela No encuentro mi cara en el espejo. Argüelles escribe desde hace años artículos de opinión y críticas literarias en la prensa escrita, y por ello ha recibido el Premio de la Crítica, que concede la AEA, a sus artículos literarios de 2013. También ha escrito libros de relatos, en castellano (Del color de la nada) y en lengua asturiana (Seronda).




Fuensanta Niñirola

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