29/8/15

NAVEGANDO CON ROBLE

SIETE ROBLES


VÍCTOR SAN JUAN

Punto de Vista editores, 2015

El barroco siglo XVII en Europa es época de guerras, de conflictos religiosos y políticos entre las grandes naciones y eternas enemigas, que fluctúan entre afinidades y odios ancestrales; pero también dentro de las mismas filas y bajo la misma bandera surgen oposiciones y cambios de bando, como a lo largo de esta narración, tendremos oportunidad de leer. La tradicionalmente monárquica Inglaterra ha salido de la larga dictadura de Cromwell, tras decapitar al rey, hecho único en su historial. La monarquía ha sido restaurada en la persona de Carlos II, siendo Secretario Principal del Almirantazgo Samuel Pepys, que en esta novela tendrá varias apariciones, ya que de él dependía la administración naval, y nuestro protagonista es un marino.

Ambientada pues en este conflictivo siglo, es esta una novela de aventuras históricas navales, donde el protagonista, Joseph Jou Bodhal, que ha sido testigo de grandes sucesos nos narrará desde su personal punto de vista dramáticos hechos de las guerras de Inglaterra contra Holanda, el incendio de Londres de 1666, (que Samuel Pepys lo describe con detalle en sus Diarios), la Batalla de los Cuatro Días o el asalto holandés al Támesis, y también diversas aventuras de ambiente caribeño.  Una época que si bien ha sido tratada por otros autores, no del modo en que lo hace Víctor San Juan. Pues, además de estar correctamente ambientada, tanto en el aspecto histórico como en el naval, el autor no trata de impresionarnos con su erudición sino que usa sus datos para dar el toque histórico a una narración muy personal, con pasajes muy intimistas; narración que habla de amistades, lealtades, traiciones y sobre todo, muestra la gran pasión de todo marino que se precie: su barco. De ahí el nombre del gran amor del protagonista, Siete Robles, Seven Oaks, Zewenwolden, el navío del que es comandante. Bodhal tiene un pasado y viaja hacia un precario futuro, pero tiene una idea fija: pisar las maderas de su barco.

Víctor San Juan desarrolla con esta obra (finalista en 2009 del Premio Nostromo de ese año) un texto que hace incursiones en la técnica modernista del flujo de consciencia; la narración, en primera persona, oscila entre el pasado y el presente, saltando de uno a otro según le interese acercar más o menos la acción al lector, o sumergirlo en las sombras del oscuro pasado que pugna constantemente por aflorar y al que Bodhal, cuya conciencia no está muy limpia, intenta ahogarlo en la bebida o en la lucha.


Los temas son conradianos, a pesar de que la época de Conrad aún no ha llegado: marino con pasado incierto, lucha interior del bien y del mal, conflicto de lealtades, amistad y amor. Es una época en la que la piratería británica casi se institucionaliza: Henry Morgan, que también aparece en la novela,  es un caso flagrante. Los conflictos de religión en Inglaterra crean también conflictos morales en los personajes. En esta novela se combina bien la narración de los hechos: principalmente las guerras con Holanda o los movimientos piratas en las Antillas, con la introspección psicológica del protagonista, oscilando en todo momento entre vapores etílicos y nubes de pólvora, entre pasado y presente.  A veces deja en una cierta confusión al lector, pero no le quepa duda que la novela cierra todas las puertas que abre y el final concluye lo que ha comenzado páginas atrás. Terrible, cruel, muy dura en algunos pasajes; tierna y emotiva en otros, es una obra que merece atención detallada y que atrapa al lector.
El barco, el Siete Robles, podría considerarse como un segundo protagonista. Sus viejas maderas tienen un gran simbolismo. Construido en Holanda y ganado como presa en una de los enfrentamientos anglo holandeses, sufre diversas incidencias y es puesto bajo el mando de Bodhal, que inmediatamente desarrolla una pasión por aquellas viejas maderas. Una serie de personajes secundarios hacen el contrapunto de la narración y poco a poco el lector entenderá la razón de su relación con el viejo comandante.
Un libro que, si bien tiene pasajes  difíciles, crea una complicidad con el lector, y le trasporta a una época turbulenta que no deja de tener su atractivo, como la lucha psicológica del protagonista atrapa también al lector, haciéndole partícipe secreto de ella.


Víctor San Juan Sánchez (1963) es escritor, ingeniero y navegante, cursó estudios de Ingeniero Técnico de Obras Públicas en la Universidad Politécnica de Madrid. Es, asimismo, uno de los pocos navegantes españoles que cuenta con victorias en regatas de barcos de vela en circuito y pruebas costeras, de media distancia y raids oceánicos de larga duración.  Tiene casi una treintena de escritos literarios, y dieciséis obras publicadas, en las que combina las novelas históricas y de ficción con los estudios de investigación de tema marítimo. Ha ganado dos veces el premio Nostromo de Literatura Náutica. Con ocasión del Bicentenario de la Batalla de Trafalgar (2005) recibió la Medalla de la Fundación Letras de la Mar por el estudio Trafalgar, Tres Armadas en Combate (Sílex, 2005) y la novela Memorias de Trafalgar (Noray, 2005). Asimismo, publica con asiduidad artículos y colaboraciones en periódicos y revistas como la Revista General de Marina, Revista de Humanidades, suplemento náutico del diario El Mundo, etc.





Ariodante
Julio 2015





25/8/15

TAHITIANOS

VIAJE A TAHITÍ
L.A. DE BOUGAINVILLE
seguido de
Suplemento al viaje de Bougainville o diálogo entre A y B
Denis Diderot
Prólogo de Joan Bestard
Ed.Terra Incógnita, 1999

La presente edición es una composición de dos textos: dos capítulos, relativos a su estancia en Tahití, de las memorias de Bougainville sobre sus tres años de circunvalación al mundo, y una segunda parte escrita por Diderot con una serie de reflexiones sobre el relato del viaje y la relación entre el hombre salvaje y el civilizado, reflexión muy actual en el siglo de la Ilustración, era un tema que un tema que les tenía muy interesados. «Con Bougainville la filosofía viajaba -se nos dice en el prólogo- y de este viaje parecía que iba a nacer una nueva ciencia del hombre». El objetivo inicial del viaje era entregar las Islas Malvinas a España, lo cual implicaba un fracaso colonizador por parte francesa. Sin embargo, el viaje resultó exitoso en cuanto a que sacó a la palestra el tema del «buen salvaje» al publicar sus memorias del recorrido y llevar consigo a un tahitiano, Aotourou, el cual, ingenuamente se sumó de buen grado al viaje, probablemente pensando que su duración sería la que estaba habituado en sus travesías a otras islas. El ejemplar de hombre salvaje, no civilizado, generó una masiva curiosidad en todo París durante su estancia en la capital francesa.



En 1766 Bougainville fue el primer francés en dar la vuelta al mundo. La expedición contaría con un equipo científico formado por el astrónomo Véron y el naturalista Philibert Commerson, además de un artista. En marzo de 1769 completa la primera circunnavegación francesa volviendo a Saint-Malo habiendo perdido tan sólo a siete hombres de un total de doscientos.
Tras la bochornosa entrega de las Malvinas, Bougainville se adentró en el Pacífico  y visitó Tahití en abril de 1768. Permanecieron allí menos de diez días y Bougainville reclamó la isla para Francia y la llamó Nueva Citera, ignorando que meses antes había sido descubierta por el inglés Samuel Wallis, a bordo del HMS Dolphin.
Bougainville y su tripulación quedaron primero asombrados y luego cautivados por un lugar paradisíaco y unas gentes apacibles, hospitalarias en grado sumo. Las descripciones que ofrece en el texto son las de un lugar idílico: clima suave, gentes que habían desarrollado una sociedad donde el trabajo era muy llevadero, adaptado exclusivamente a las necesidades de supervivencia, las relaciones entre los sexos muy libres, lo que fue impactante para los europeos. Los nativos ofrecían sus mujeres a los forasteros, como si les ofrecieran fruta o bebida. Este hecho les resultaba especialmente perturbador a los ilustrados, ( y aun mas a los libertinos) que habían llegado a altas cotas de sofisticación  en las relaciones sexuales.

La vida en Tahití era simple, gozosa y pacífica. Cierto que habían algunos inconvenientes, pequeñas infracciones, algunas pendencias y que los indígenas guerreaban contra los de islas cercanas periódicamente, pero por lo demás, creían más en la vida que en la muerte, y estaban encantados de que sus mujeres quedasen encintas de los forasteros, porque aumentarían la población. Sin embargo, fueron los propios isleños los que indicaron, muy amablemente, que la presencia de los extranjeros no debía alargarse. Una vez intercambiados los regalos, provistos de agua y alimentos frescos, curados sus enfermos, los forasteros deberán volverse al mar y continuar viaje, cosa que hicieron con algunos problemas debido a las condiciones de la mar y los fondos marinos. En el trayecto de vuelta, será Autourou, el tahitiano que les acompaña, el que irá informando a Bougainville de muchas particularidades de su raza y costumbres, así como le informará a posteriori, que los británicos habían llegado antes que los franceses.

En la segunda parte del libro, Diderot imagina un diálogo entre dos personas (A y B), además de otro imaginario y jugoso diálogo entre el Capellán y el indígena Orou, sobre las costumbres sexuales. Añade un capítulo, La despedida de un anciano, que consiste en un largo lamento del salvaje ante la civilización. En el diálogo posterior, Diderot defiende el estado salvaje como ideal, como el primitivo estado de la humanidad, al que, desafortunadamente, ya no hay retorno posible. La cultura le produce un malestar, porque implica, como más tarde aclarará Freud, una represión de los naturales instintos primarios, mientras que el salvaje vive felizmente en su ingenuo estado de naturaleza. B resumirá  el diálogo con una conclusión: «Hablaremos contra las leyes insensatas hasta que las reformen: y mientras tanto, nos someteremos a ellas. Aquel que, desde su autoridad privada, infringe una ley mala autoriza a cualquier otro a infringir las buenas. (...) Imitemos al buen capellán, monje en Francia, salvaje en Tahití.» Dicho en castizo, «Allá donde fueres, haz lo que vieres».
Muy cuidada la edición, con una bellísima cubierta, los textos van acompañados de múltiples ilustraciones, dibujos, mapas, grabados, etc., así como retratos y anotaciones. El prólogo es de Joan Bestard, que pone el acento en la reflexión filosófica entre naturaleza y cultura, vida e historia.

Louis Antoine, conde de Bougainville (París, 1729 –1811) fue un militar, explorador, y navegante francés que hizo la primera circunnavegación francesa. Era hijo de un notario y hermano menor del historiador Jean-Pierre de Bougainville (1722-63). Estudió leyes y ejerció como abogado en el Parlamento de París, y en 1753, ingresó en el ejército en el cuerpo de mosqueteros comenzando su carrera militar. En 1754, fue nombrado Secretario de la Embajada en Londres. Participó en la Guerra de los Siete Años, y finalmente se pasó a la Marina y realizó la vuelta al mundo. En su memoria se bautizó la isla Bougainville y la fosa de Bougainville, en el archipiélago de Salomón, así como la planta Buganvilia, que descubrió el naturalista de la expedición en Brasil y trajo en su barco a Europa.

Denis Diderot (Langres,1713-París,1784) fue una figura decisiva de la Ilustración como escritor, filósofo y enciclopedista francés. El centro de su pensamiento radicaba el conflicto entre la razón y la sensibilidad. Para Diderot, la razón se caracterizaba por la búsqueda de conocimientos con fundamento científico y por la verificabilidad de los hechos observados empíricamente. En 1746, la publicación de sus «Pensamientos filosóficos», en los que proclama su deísmo naturalista, le acarreó la condena del Parlamento de París. Ese año le fue encargada la dirección, compartida con D'Alembert, de la Enciclopedia. Durante más de veinte años, Diderot dedicó sus energías a hacer realidad la obra más emblemática de la Ilustración, a la cual contribuyó con la redacción de más de mil artículos. En 1749, la aparición de su  «Carta sobre los ciegos para uso de los que pueden ver» le valió ser encarcelado durante un mes en Vincennes por «libertinaje intelectual», a causa del tono escéptico del texto y sus tesis agnósticas; en la cárcel recibió la visita de Rousseau, a quien conocía desde 1742 y que en 1758 acabó por distanciarse de él.



 Ariodante
Agosto 2015






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