EL CAMINO DE HIERRO
Retrato del marqués de Salamanca
JUAN GONZÁLEZ SOLANO
Suma de letras Ed., 2014
Visión
novelada de una época sumamente convulsa en la historia española, esta obra
toma como eje la vida de José de Salamanca, aunque haga comenzar la narración en
el año 1846, cuando el protagonista ya cuenta treinta y cinco años, es un
empresario que ha probado diversos negocios y al que el éxito le sonríe, está
casado con Petronila, y tiene un hijo. Provenía de una familia de clase media,
hijo de un médico malagueño, estudió Filosofía y Derecho en Granada y después
se dedicó a los negocios, puesto que era un hombre muy emprendedor, con muchos
proyectos e ideas novedosas y que además, sabía rodearse de los contactos y la
información necesarios para abrirse camino y progresar. Y gracias a su
esfuerzo, su trabajo y la correcta administración de sus bienes, progresó hasta adquirir la condición de Grande de
España, su secreta ambición. El punto de vista que adopta el autor es
interesante, al elegir contarnos la vida de un liberal emprendedor, de un
hombre que se hace a sí mismo, que sale adelante sorteando los vaivenes de la
política y la economía, a las duras y a las maduras, y que ha de soportar las
endémicas envidias de un país en el que se odia a todo aquel que destaca, sobre
todo si destaca para enriquecerse con su esfuerzo; un país cuyos
ciudadanos detestan la libertad
individual, la diferencia, que continuamente una mitad de ellos está enfrentada
a la otra, y que los mismos que defienden determinadas posiciones políticas
cambian de opinión al acceder al poder. País de taifas, individualista, que al
mismo tiempo no soporta al individuo.
La
narración se desarrolla a través de los nueve capítulos que componen el libro,
y a los que precede un fragmento diferente del poema If, de Kipling, fragmento que puede tomarse como alusivo a lo que
se nos va a contar en cada uno de ellos. El poema completo figura, bilingüe, al
final del libro. Más que una novela, el texto que nos ocupa es una suerte de
ensayo biográfico novelado, ya que dedica gran parte de los capítulos a
informar al lector del estado de cosas tanto económico como sociopolítico del
país, incluso de Europa, dibujando un paisaje que en algunos momentos resulta
desolador, al menos para España. Y lo que resulta también desolador es
comprobar qué poco han variado las cosas, en esencia. Al ir mostrando los diversos momentos y
vicisitudes históricas por los que pasa la vida de José de Salamanca, el lector se da cuenta de lo parecido que
resulta lo que lee y la situación actual. A veces parecemos estar leyendo el
periódico u oyendo comentarios de cada día.
El
autor nos presenta una vida agitada, no solo por el propio carácter de su
personaje central, Salamanca, que continuamente está buscando la manera de
progresar, de invertir, comprar y
vender, y cuyo sueño es ser el primero en poner en marcha el ferrocarril
en España, sueño que se verá truncado al menos en cuanto a la primicia. Luego
será el mayor difusor del ferrocarril en España, Francia, Italia e incluso
dejará su huella en Estados Unidos. Pero los tiempos que vive son ya de por sí
tremendamente agitados. Desde que tuvo lugar la revolución francesa, el siglo
XIX es desde sus inicios un siglo convulso y violento, de continuos cambios
sociales acompañados a la par de constantes avances técnicos. La revolución
industrial, que comenzó en Inglaterra, va extendiéndose por Europa, con el
ferrocarril como caballo de hierro. Y Salamanca es uno de sus más acérrimos
defensores. No había novedad que no intentara implantarla en nuestro país, con
la oposición de una parte de reaccionarios a todo cambio.
El
desastroso reinado de Isabel II, mujer de vida poco encomiable, por sus
continuos devaneos públicos con diversos amantes, a los que enaltecía
políticamente, y monarca carente de visión política de Estado; los continuos cambios de gobierno a veces por
puro capricho de la soberana, a veces determinados por revueltas populares,
pronunciamientos militares, arbitrariedades de los gobernantes, etc., todo ello
puso mil y una dificultades al futuro marqués; también es cierto que en los
momentos que gozaba del favor real o gubernamental los aprovechaba al máximo.
Hombre
acostumbrado a jugarse el todo por el todo, vivió éxitos exultantes, pero
también bancarrotas, crisis económicas, exilios, persecuciones, …de los que
resurgía como ave fénix, aunque a veces le doliera profundamente las medidas
que se veía obligado a tomar.
Una febril
actividad de negocios estaba acompañada, además, de una intensa vida cultural, coleccionismo
de arte, pasión por la música y la literatura,… así como de una muy activa
relación con las mujeres. El tipo de relación matrimonial decimonónico
provocaba en los hombres fogosos -como lo era Salamanca- que dieran rienda
suelta a sus pasiones sexuales fuera del matrimonio. Y Salamanca era pura
dinamita, desde luego. Pero a pesar de vivir muchas aventuras galantes, alguna
de las cuales tuvo descendencia, en general no pareció encontrar la mujer de su
vida, salvo en María Buschental, esposa de su amigo José de Buschental, con la
que mantuvo una fuerte amistad a través de largos años.
Así
pues, seguimos toda una trayectoria que le llevó incluso de ser diputado a ministro
de Hacienda; a ver asaltada y arrasada
su vivienda por la chusma; ser perseguido y detenido, acabando en el exilio; y
a depender siempre del tiovivo político para negocios y vida. Aprovechó los viajes
por Europa siempre buscando nuevas vías de progresar económicamente. Se
relacionó con Napoleón III, y la emperatriz Eugenia, con Rothschild, Alejandro
Dumas, el compositor Rossini, el diplomático británico Bulwer-Lytton… Y con
todas las figuras políticas españolas: Serrano, Narváez, O’Donnell,
Cánovas,Castelar,…Proyectó y comenzó en su madurez la urbanización del Ensanche
madrileño, lo que ahora se llama con su nombre, y que entonces era un erial. Era
generoso con su dinero y dio trabajo a mucha gente. Gastó su patrimonio y
fortuna en este proyecto inmobiliario, luego de haber llenado España, Portugal,
Francia e Italia de trazados ferroviarios. Jugó –ganando y perdiendo- a la
Bolsa, acumuló cantidades ingentes de objetos artísticos, dirigió durante años
el Teatro del Circo, trayendo a Madrid las mejores óperas del momento; compró y vendió terrenos, edificios, solares,
construyendo palacios y jardines que sorprendían por su belleza y
magnificencia.
En
suma, una vida muy interesante y un siglo explosivo. El libro está bien escrito,
aunque quizá le hubieran hecho falta algunas notas explicativas o una
cronología al final, porque en algunos momentos se crea una cierta confusión
con tanto cambio de gobierno, pronunciamiento, revolución, etc. Literariamente,
en cuanto al estilo y modo de narrar es correcto, sin apuntar demasiado alto;
el comienzo es algo flojo y se nota un cierto distanciamiento emocional a lo
largo de la obra; no aprovecha las partes más oscuras de la biografía para
fabular, sino que se ciñe más a lo comprobado históricamente, con lo que el
margen de imaginación se reduce; quizá la parte más emotiva son los últimos
capítulos, en los que centra más atención en los sentimientos personales del
marqués y en el repaso que da a su vida cuando ya se acerca el tren de la
muerte.
Juan González Solano (Puente Genil,
Córdoba, 1949), es economista por la Universidad de Málaga y reside en Madrid.
Su vida profesional ha estado siempre vinculada al mundo de las finanzas y de
la Bolsa. Ha trabajado en varias entidades financieras y empresas
multinacionales, estuvo becado en la embajada española en Caracas y también ha
sido empresario. El camino de hierro es su primera novela.
Ariodante