13/7/13

GALERISTAS Y MARCHANTES

2013-05-20-Capturadepantalla20130520alas11.31.20.pngCALLE LA BOÉTIE 21
ANNE SINCLAIR
Galaxia Gutemberg, 2013


Conmovedor texto, a caballo entre el reportaje biográfico y las memorias, escrito por la nieta de uno de los más importantes marchantes y galeristas del siglo XX, Paul Rosenberg. Con un comienzo espectacular, Sinclair, nacida en Nueva York por circunstancias de la guerra, pero francesa por los cuatro costados y residente en Francia desde los dos años, es requerida para presentar una serie de documentos, entre ellos la confirmación de que sus cuatro abuelos han sido todos franceses. Inmediatamente le vienen  a la cabeza las exigencias nazis de años atrás, en la que a sus abuelos les exigían cuatro abuelos de raza aria. Los abuelos de la autora eran todos franceses…pero judíos, «lacra» social que en los tiempos de entreguerras empezó a ser peligrosa y que les desmembró la familia al comienzo de la guerra.

Anne Sinclair (1948) nació en Nueva York mientras sus padres y abuelos estaban en pleno exilio, huyendo de la ocupación alemana, que se apoderó de sus bienes (dinero, casa, la galería de arte y todo su contenido) y se hubiera apoderado también de sus vidas si no hubieran salido por piernas. América les acogió y en Nueva York su abuelo abrió una nueva galería de arte y recomenzó su vida.
La autora, llegado un momento de su vida comienza a interesarse más en serio por la familia, lo que la lleva a viajar a los lugares de su infancia y a aquellos que ni siquiera conoció, pero que albergaron a sus abuelos,  haciendo un repaso de la historia de sus ancestros, aunque centrándose en la vida del abuelo Rosenberg. El resultado es un libro lleno de anécdotas, de historias colaterales, de datos curiosísimos, e incluso de revelaciones un tanto problemáticas para algunos miembros de su familia. Quizá un tanto desordenado, como si fuera una conversación con el lector, en la que van saliendo datos, hechos que a veces llevan a saltar de un asunto a otro. Un bombardeo de nombres, de parientes, de amigos, de fechas, que a veces hemos de hacer un pequeño esfuerzo para que no nos aleje de lo principal, que es la historia de su abuelo Paul, pero que nos resulta interesante tanto cuando nos habla de su familia como de los artistas que la rodearon, o las experiencias de la guerra y la posguerra. Concretamente, la narración de cómo la familia (y al decir familia me refiero casi a unas veinticinco o treinta personas) consigue salir de Francia, con los alemanes casi en la puerta da casa, es para una novela o película de acción.

Tomando como eje al abuelo materno Paul, todo gira en torno a su biografía, pero al estar ligado tan estrechamente con la pintura y el arte, los artistas con los que trabajaba también  ven reflejado su mundo en este espejo que mostrará a unos y a otros. El artista con el que tuvo una relación más fuerte fue Picasso, hacia el que Rosenberg sentía una ilimitada admiración, hasta el punto de que prácticamente fue con este marchante que el malagueño empezó a cotizarse y a venderse mundialmente. Pero la relación con Picasso llegó a ser no solo de negocios, sino de amistad bastante íntima, hasta el punto de que Picasso fue a vivir a la casa de al lado, a la calle La Boétie 23, y se hablaban por las ventanas de las cocinas, que estaban enfrentadas con un patio interior en medio. Se comunicaban diariamente, se contaban nimiedades, charlaban de arte y pasaban muchos ratos juntos. Fueron años intensos. A veces la autora echa de menos que esa relación que tenía con sus artistas no la tuviera con su abuela, con la que acabó distanciándose, ya que a ella el arte le interesaba menos. Compara la nieta la amistad entre artista y marchante con la conocida amistad entre Montaigne y La Boétie, en cuya calle homónima habitaban ambos.

La guerra, como siempre, lo cambió todo. Si el final de la I Guerra supuso el comienzo de la relación Picasso-Rosenberg, con el final de la II vino el distanciamiento y la ruptura, ya que Picasso volvió con su anterior marchante, Kahnweiler.
Como marchante, «su olfato es único y su ojo, excelente» dice Pierre Nahon. Sabía conjugar muy bien la pintura del siglo XIX, los realistas, los impresionistas, con el vanguardismo posterior. Movía unas corrientes u otras según convenía para conseguir la mayor aceptación posible. Su galería de la calle La Boétie tenía dos plantas, en las que situaba a los artistas de cada corriente, y llevaba a los posibles clientes y coleccionistas (que captaba en las altas esferas sociales, en donde se movía) según viera la inclinación estética que mostraban. Picasso, Braque y Matisse fueron, sin embargo, los tres «mosqueteros», las figuras más emblemáticas que encabezaban su galería. Curiosamente, con la ocupación alemana, la casa familiar y la galería, después de ser expoliadas por completo, pasó a ser la sede del Instituto de Asuntos Judíos,  que se ocupaba de gestionar Louis Ferdinand Céline.
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Es curioso seguir los movimientos de obras de arte por toda Europa, y a la vez indignante el expolio artístico que llevaron a cabo los nazis y sus colaboradores. Obviamente, nada comparable a lo que hicieron con las vidas de millones de personas, pero en el mundo del arte causaron un verdadero caos. Más adelante, Rosenberg y otros muchos marchantes y coleccionistas hubieron de hacer un rastreo casi detectivesco para recuperar sus propiedades artísticas, que aparecían en los lugares más insospechados…y otras no aparecieron nunca, o sus legítimos propietarios murieron antes de poder reclamarlas.
Tras la guerra, Paul Rosenberg se afincó en Nueva York, a la que, con su gran olfato, ya había reconocido como la siguiente capital del arte. Aunque vino en muchas ocasiones a Europa, y volvía los veranos para pasar unos días con Picasso o ver a Braque o a Matisse, retornaba a la gran manzana donde pasó sus últimos días.
Libro, pues, de lectura amena y que interesará a los amantes del arte así como a todos aquellos que quieran revivir un poco los años de entreguerras y de la II Gran Guerra. La edición adjunta una interesante colección de fotografías de la galería, con dibujos, cuadros, fotos de su abuelo, de su tío Alexandre (que continuó con la Galería al morir su abuelo), de Picasso y de la autora con el artista, pocos años antes de morir éste.

Ariodante


10/7/13

TODOS EN LA CASA

LA CASA DE TODOS

JUAN LABORDA BARCELÓ
Aache ediciones, 2009

En este cuento largo, que no novela, Juan Laborda narra una serie de historias dentro de una historia, ambientadas en el final de la guerra civil en Villafamés.  Pueblo castellonense hoy ocupado por artistas y con un importante museo de arte contemporáneo, al final de la guerra sufrió una serie de virulentos ataques de la aviación, que llevó a sus habitantes a refugiarse en unas cavernas cercanas.

El clima y el tono de la narración recuerdan aquella maravillosa película de Víctor Erice El espíritu de la colmena, aunque la época sea ligeramente posterior, ya en la posguerra. Encontramos aquí muchas historias contenidas: la de doña Ana y su difunto marido, las de Ramiro, Paulino, la Lozana, el amor entre María y Alonso Goyanes, la del Chispas, la del detente bala, la del General Aranda, en suma, una colección de personajes desnortados, silenciosos, abrumados por la situación general, el miedo, la ansiedad, la lucha por la supervivencia…

El relato discurre en un tono pausado a lo largo de ocho capítulos, donde van añadiéndose personajes a la vez que suman capítulos. En el primero nos presenta a la protagonista principal, la viuda doña Ana que vive con su ama de llaves Visitación. Y aparece el siguiente, Ramiro, el cura del pueblo devenido en seglar por purito miedo a lo que le pudieran hacer los milicianos. En el segundo aparece el jovencísimo sobrino de Don Cesáreo, Paulino, que ha de ocultarse y refrenar sus ansias guerreras.  Como los ataques cada vez son más fuertes, deciden finalmente arramblar con la poca comida que les queda e irse a la cueva que hay en las cercanías, donde encuentran a medio pueblo ya instalado. La vida en la caverna tiene sus normas, un jefe (Manolo) y todos han de pasar por aceptar lo que hay en la pequeña comunidad cavernícola. No son precisamente comodidades, pero todos se apañan como pueden y comparten lo que tienen.

Y en los días que pasan en la penumbra, van a ocurrirles muchas cosas, que sorprenderán a doña Ana y a su vez ella sorprenderá a los demás con unas intervenciones memorables. La comunidad recupera la tradición oral, la narración alrededor de la fogata. Y trata de, sumergiéndose en el relato, olvidar el continuo fragor de los bombardeos. Por otra parte, Don Cesáreo, el maestro, aparece un día con una sorpresa que animará y entusiasmará a todos. Tanto unos como otros, además de comer (poco, porque poco era lo que había) lo que ansiaban era olvidar la guerra, vivir otras vidas y es precisamente la ficción la única medicina para esa enfermedad.

Así, semejante a los pobres presos de la película Los viajes de Sullivan, que disfrutan ingenuamente viendo a Mickey Mouse, y olvidando por una hora su pesadilla cotidiana, en la caverna de Villafamés sus pobladores  disfrutan con cuentos y con imágenes que les sacan de su malvivir. Un capítulo final, acabada ya la guerra, vuelve a poner un cierto orden en las cosas, un orden que puede no ser el deseado, pero orden al fin, que acaba con el continuo horror de una guerra fratricida.

Una idea general se desprende del cuento, a modo de parábola social: en situaciones extremas, tendemos a sacar nuestro mejor lado y a ponernos de acuerdo para sobrevivir. No sé si debemos tomarlo como una realidad o más bien como un deseo: siempre hay buena gente, en un bando como en otro, y hay que sacar a la luz lo mejor de cada uno en vez de enfrentarse. Esa sería la moraleja del cuento, en mi opinión. No sé si es realizable, pero al menos el autor lo intenta con su relato. Una cuidada edición, con un cierto tono decimonónico en las pequeñas ilustraciones de sus páginas, pone el toque final.

Juan Laborda (Madrid, 1978) pertenece a una generación que ya ve la guerra muy distante y con las heridas cerradas. Licenciado en Historia por la Complutense, doctor en Estudios Avanzados en Historia Moderna y master en Historia y Estética de la Cinematografía. Ha publicado tanto ensayo como ficción, colaborando en revistas digitales como Culturamas y en Periodista Digital.

Ariodante




7/7/13

CRÓNICAS DE VALLESCÁ

NOROESTE
HÉCTOR OLIVA CAMPS
Espasa, 2013

Estupenda literatura de viajes donde se mezcla novela histórica con novela-reportaje,  novela-investigación y como fondo, un tema mítico y legendario, que ha hecho correr ríos de tinta y ríos de dinero en busca de algo que se demostró completamente inútil y que ahora se nos vuelve a poner en el punto de mira: el famoso paso del Noroeste.
De las andanzas españolas por tierras y mares de las Altas Californias (leáse Alaska) hay reportajes, novelas, películas,… y las que seguirá fluyendo. Solo contar de modo novelado o periodístico lo que sucedió a las diversas expediciones ya da para interesar al gran público. Pero lo que Héctor Oliva nos trae es un poco de todo, con lo que resulta una placentera lectura, de esas que animan a buscar más información y a seguir leyendo.

La obra está estructurada en tres líneas de discurso, que el autor, ―por boca de su personaje, Liberto León―, nos advierte al comienzo del libro: una, las crónicas de Nicolás de Vallescá (1817); los documentos del «Caso Magallana» (200…) y el  conjunto de textos firmados por Liberto León sobre «Personajes del Noroeste», que hilvana biografías y aventuras desde el aventurero Juan de Fuca (1590), pasando por los expedicionarios John Franklin, Robert McClure, John Rae, (1845), incluso Amundsen (1903)  hasta la actualidad. Salvo en los «Personajes del Noroeste», el autor juega con ficciones, pero basadas en hechos reales, como todas las exploraciones realizadas en la costa Noroeste americana por españoles de distintas épocas, sobre todo las encabezadas por el capitán Bodega y Cuadra (1775) descubriendo la Bahía de San Francisco, y (1779) recuperando Nootka con la fragata «Princesa» (por cierto, episodio recreado en la novela homónima de Luis Delgado Bañón).

Con un tema tan sugestivo y legendario como es la exploración del Noroeste y la búsqueda del famoso Paso, que se ha llevado sangre, sudor y lágrimas, además de ríos de tinta y metros de celuloide, el autor pergeña una narración triple. Crea un personaje, Liberto, investigador, viajero, amante…e imagina un problema: el caso Magallana. Esta línea de discurso se desarrolla dialogada y vía correos electrónicos, y echa chispas eróticas. El «caso Magallana» supone una colección de dibujos y unas crónicas del viajero y dibujante Nicolás de Vallescá, que desaparecen del Archivo de Indias sevillano y de San Petersburgo, y son buscados intensamente por las administraciones y los servicios secretos de varios estados (Rusia, Canadá, EE.UU.) y algunas compañías petrolíferas... Con esta línea tenemos un thriller, que alternamos con la lectura de las Crónicas del viajero dieciochesco, con las que tenemos la novela histórica.


Con los capítulos alternos de «Personajes del Noroeste» se nos muestra una recopilación de aventureros y aventuras en esas tierras altas a través de la historia y en la más absoluta contemporaneidad, que nos ilustra acerca de la importancia de la búsqueda del Paso, de la colonización de Alaska, del desastre final del imperio español en América del Norte, y de toda una gama de vidas y anécdotas que hacen del libro un magnífico compendio de la naturaleza humana, además de la geografía y antropología de una parte el mundo generalmente desatendida y olvidada.
Un conjunto de narraciones enlazadas que no nos deja soltar la lectura: el drama de la imaginaria vida de Vallescá, pintor y dibujante por casualidad y afición, enamorado de Irelia, y con la que soñará siempre, escribiéndole unas jugosísimas cartas (las crónicas) al rey Carlos IV, desde la prisión en la que se ve recluido al retornar a España; la durísima vida de todos aquellos aventureros y exploradores, marinos y gente de tierra adentro que en servicio a un lejano rey se dejaron la piel por esos gélidos paisajes; los diversos personajes tangenciales, de cómo Bering descubrió el estrecho que llevará su nombre, la recuperación de la base española en Nootka a cañonazo limpio; las relaciones con los rusos, con los bostonianos, las desidias españolas en Nueva España, los franciscanos y las imposibles misiones; los viajes hacia Shanghai y Cantón, tratando de vender pieles de nutria; el descubrimiento del papel copia, las relaciones con los indios, con la Iglesia, con los capitanes de barco, a cual más enloquecido…Ni un momento nos deja de atrapar esta lectura, que entretiene e ilustra por igual.

Las «crónicas» están narradas con un lenguaje más parecido al dieciochesco, que a veces nos chirría un poco, pero sin llegar a estropear la lectura. Los otros textos usan un lenguaje periodístico, muy ágil, con mucho trasfondo de humor y sobre todo, haciendo que la cantidad de información aportada ―que es mucha― el lector la vaya asimilando fácil y cómodamente, al presentársela con lenguaje claro y continuas referencias a la actualidad, y en pequeñas dosis.
La obra en su conjunto es ficción, pero está cargada hasta los topes de historias reales. Quizás de ahí su atractivo; y además, provoca en el lector el deseo de ampliar conocimientos, de buscar mapas (¡ay, la inevitable ausencia!) donde seguir las rutas nombradas, y desata nuestra imaginación, que nos hace pensar en la cantidad de magníficas novelas que podrían escribirse a partir de cada una de las increíbles historias de los Personajes del Noroeste.

Primera novela aunque no primer libro, Héctor Oliva (Terrassa, 1970), además, es autor de Pasajes a América (2007), por el que recibió el premio Eurostars de Narrativa de Viajes, y Veinte historias de la Barcelona americana y una pregunta descarada (2009) y 17 Cimas. Periodista, montañero y viajero, vinculado con el mundo de la cooperación, ha realizado misiones de trabajo en países de Asia, África y América como miembro del equipo de comunicación de Intermón Oxfam. También ha sido corresponsal de prensa para Centroamérica y el Caribe. Es un apasionado autodidacta de temas de geografía e historia.


Ariodante



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