5/11/10

SUEÑOS Y RESPONSABILIDADES

Reseña publicada en: http://www.libros2.ciberanika.com/desktopdefault.aspx?pagina=~/letras/s/P05996.ascx

Delmore Schwartz (Brooklyn, N.Y.,1913-1966) novelista, crítico y  sobre todo poeta neoyorquino,  nacido en el seno de una familia de origen judío proveniente de Europa, llevó muy mal el divorcio de sus padres, ya que aún tenía nueve años cuando ello ocurrió; más tarde, la prematura muerte de su padre también le afectó mucho. Estudió en Columbia, Wisconsin y NuevaYork. En el 59 recibió el Premio Bollingen, de poesía.
El que reseñamos hoy es su relato más logrado, que le llevó a la fama, colocando el listón muy alto desde su comienzo. Continuó escribiendo relatos y poemas y publicando en  Partisan Review y The New Republic, revistas ambas editadas por él. Sus dos mayores influencias fueron Rimbaud y Baudelaire. También tuvo relación con Eliot, Dylan Thomas, Ezra Pound, Djuna Barnes, y el mundillo literario del momento. Casado dos veces sin éxito, comenzó a implicarse en la bebida y las drogas, hasta el punto de ser internado en un psiquiátrico por sus amigos Saul Bellow y otros, que recaudaron fondos para él. Conoció a Bellow en Princeton, donde impartió clases de literatura. Ambos tenían muchos puntos en común y Bellow le reconocía su valía. De hecho, fue pensando en él que escribió El legado de Humboldt; el personaje Humboldt Fleisher está inspirado en Schwartz. También tuvo relación con un joven Lou Reed, alumno suyo en la facultad, que en sus canciones inmortalizó algunos de sus poemas. Posteriormente, tuvo recaídas en su esquizofrenia y manías persecutorias hasta que murió en soledad en un hotel de Manhattan.

El relato En los sueños empiezan las responsabilidades, escrito a los veinticinco años, revela sus traumas infantiles sobre el divorcio de sus padres: es una recreación de cómo su padre propone matrimonio a su madre, a la vez que refleja el futuro divorcio y las costumbres del medio social al que pertenecían ambos, emigrantes judíos que intentan integrarse en América. En muy pocas palabras (el relato en sí son veintisiete páginas) traza una imagen onírica, utilizando la metáfora del cine, de la pantalla cinematográfica, para visualizar lo que pudo haber sido esa breve relación de la que años después emergería su presencia viva.

El librito está ocupado en su mitad por el relato de Schwartz y la otra mitad por el Epílogo. Pues bien, casi tan interesantes o más que el propio relato me han parecido las reflexiones vertidas en éste último. Sus comentarios sobre el autor, sus reflexiones sobre determinados momentos álgidos del relato, como la sesión fotográfica, metáfora de la relación sexual, la mirada perdida hacia el océano, en Coney Island, su comportamiento aún como inmigrantes y no como nativos, la relación de Europa con América, la idea de “europeizar América”. La idea de la playa como desembarco confrontada a la playa como espacio lúdico; la traslación de la pantalla del cine a la ventana abierta, la metáfora del labio de nieve, la mezcla de sueño y realidad, de presente y de futuro, de imaginación y de deseo. Todo ello nos conforma un universo poético y a la vez nos trasmite una sensación de inquietud, de desasosiego, que al parecer es lo que imprime un sello característico en toda su obra, de la que hasta ahora sólo he podido apreciar esta pequeña muestra. Sergio Codou, en su artículo El enemigo en el espejo, nos traza una interesantísima visión de Schwartz, de su obra y su vida torturada por sus aprensiones, sus metas y sus fracasos, sus amigos y sus críticos :  "Desaseado y magnífico",-nos dice Codou- cosmopolita, radical, leyendo a Rilke, Trotsky, Pound, Delmore Schwartz era la encarnación misma de la "inteligentsia" neoyorquina. Respecto a este relato, nos dice que “entre los lectores que más apreciaron la historia estaba Vladimir Nabokov, quien lo señaló como uno de "sus seis relatos favoritos dentro de la literatura moderna". Gracias a la publicación de este libro Delmore fue adorado tanto por la crítica especializada como por sus pares”.
Una lectura para leer en media hora y reflexionar indefinidamente.



1 comentario:

Isabel Barceló Chico dijo...

Verdaderamente seductora tu reseña. Eso de reflexionar sin fin me interesa. Un abrazo, querida amiga.

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