10/7/09

EL ARTE DE LA PINTURA


Aunque esta obra la leí y publiqué su reseña en mayo, en la página de Anika entre libros,
con la que colaboro, me gustaría ahora reproducirlo aqui.
El texto utilizado y seguido, nos dice el editor, es el manuscrito original del Arte de la Pintura conservado en el Instituto Valencia de Don Juan de Madrid, según la transcripción ligeramente modernizadora realizada por Francisco J. Sánchez Cantón y publicada por el propio Instituto en 1956.Se ha llevado a los márgenes las acotaciones de otros autores que revisaron el texto, indicando siempre la identidad de aquéllos y su sentido. Se han presentado en cursiva los textos que el propio Pacheco cita directamente de otros autores o fuentes, que son multitud. Se ha preferido aquí la tarea de historiador a la de filólogo. Siempre que se ha podido, se mantiene en las notas el texto original usado por Pacheco. También se han intentado identificar las numerosas obras y artistas menores que se citan en el texto. Cada capítulo lleva al principio una nota aclaratoria del editor, marcada con un asterisco, que presenta y resume cada capítulo, para ayudar al lector a seguir con la mayor claridad el tema que se nos propone en este libro.Para no quedar en una edición puramente erudita del texto de Pacheco, se ha buscado humanizar y acercarse al personaje, tratar de desvelar el material con que Pacheco desarrolló Arte, comprender su ritmo y los acentos de su discurso.

Este tratado es el mejor libro que la tradición hispánica nos ofrece al respecto. Francisco Pacheco del Río (1564, Sanlúcar de Barrameda – 1644, Sevilla), maestro (formó una Academia en Sevilla), pintor, estudioso del arte y suegro de Diego Velázquez, (ya que éste se casó con su hija Juana, y fue alumno de Pacheco). Su obra como pintor se caracteriza por un manierismo de corte académico, italianizante. Sigue las formas de los grandes maestros, pero sin apenas originalidad ni especial destreza por su parte. No fue un genio, pero sí fue un observador curioso y honesto. Se le valora más como buen dibujante y modesto pintor. Sin embargo, dada su dedicación al estudio, análisis y explicación del arte, Pacheco influyó mucho en la iconografía de la época. Como historiador de arte, sus escritos son fundamentales no sólo en datos sobre tendencias, escuelas y artistas, si no también por la explicación puntual de técnicas pictóricas, especialmente por las normas sobre la policromía de esculturas.

Se trata de la reedición de uno de los más clásicos y conocidos tratados de arte españoles, el elaborado por el también pintor, investigador, erudito y suegro de uno de nuestros insignes pintores: Diego de Velázquez.La presente edición consta de una ilustradísima y aclaratoria introducción, con una bibliografía completísima, a cargo de B. Bassegoda, y un prólogo del propio Francisco Pacheco, donde nos introduce a su vez en el tratado que va a desarrollar el análisis y estudio pormenorizado del arte pictórico. Se divide, respetando la división de Pacheco, en tres partes y una suerte de epílogo. La primera se titula: La pintura, su antigüedad y grandezas; la segunda: La pintura, su teórica y partes de que se compone; y la tercera: De su prática y modos de ejercitarla (sic). El epílogo se titula Adiciones a algunas imágines (sic), en donde se analizan, a lo largo de doscientas páginas, una serie de cuadros, ampliamente ilustrado con reproducciones de pinturas y grabados. Esta es una obra completísima y muy documentada, altamente interesante para los pintores y los historiadores del arte, así como para el estudioso de la historia en general.

Pacheco, según nos cuentan los editores, apenas publicó sus múltiples escritos en vida, aunque escribió mucho. Sus obras capitales: Arte de la Pintura y el Libro de Retratos quedaron inéditas y fueron publicadas posteriormente a su muerte, en 1649, sin que sepamos gran cosa de quién fue el responsable de la edición. El ambiente intelectual y político en que se movió en Sevilla, los veinte primeros años del siglo XVII, es la rivalidad entre la Casa de Alcalá y un joven Conde-Duque de Olivares, mientras fue alcaide del Alcázar. El tratado que nos ocupa se escribió en los años 30, cuando ya había abandonado su enseñanza en la Academia, y su etapa pictórica había pasado a mejor vida, apagada por el éxito innegable y ascendente de Velázquez. A la vuelta a Sevilla, después de intentos fracasados de establecerse en Madrid, a la sombra de su yerno, es cuando se dedica a su labor de erudito e investigador del arte pictórico, así como su defensa frente al escultórico.


Como crítico Pacheco es muy ecléctico, y se basa en muchos otros autores italianos, como Vasari, ya que además muchas de las obras italianas o flamencas que cita no las conoció más que por reproducciones, grabados, o citas ajenas. Ahora bien, respecto al tema del acabado, es una roca. Cree en la superioridad del dibujo sobre el colorido, y por tanto, su crítica va más hacia la escuela veneciana, Tintoretto, Tiziano, y, por supuesto, El Greco, al que no puede tolerar esa imprecisión de las figuras y esos colores tan brillantes. En la entrevista que ambos mantuvieron en Toledo, en 1611, al parecer surgieron chispas como de un pedernal. Las opiniones de Doménico Theotocópulos generaron una terrible reacción en Pacheco. Pacheco habla de la pintura del Greco como un “género particular de borrones” (pág 415).Desde hacía muchos años llevaba recopilando datos en relación a sus diversas facetas, literarias y pictóricas. Y en esos años concentra su atención en revivir todos esos recuerdos y rodearse de pintores y escritores virtuales, que le acompañen en su soledad real. Aunque su formación humanística es mediocre, tenía los suficientes conocimientos de latín como para leer y traducir. Sin embargo, comparado con otros pintores, estaba muy por encima de la media en este aspecto. Y comparado con los literatos, que desconocían el mundo pictórico, también se halla muy superior a ellos. Así pues, la combinación entre sus conocimientos técnicos pictóricos y sus aficiones literarias, el poso dejado en él por sus tertulias sevillanas, y sus clases en la Academia, dan como resultado esta obra única, imprescindible para el conocimiento del arte pictórico español y de la época.

9/7/09

LECTURAS VERANIEGAS

En verano es cuando más se presta la lectura de determinadas obras que en invierno no apetecen...Por ejemplo, las novelas de mar, aventuras, sitios exóticos, y tal. Bueno, habrá a quien le apetezcan siempre, supongo, pero a mi es en verano cuando más me llaman. Por supuesto, también leo otras cosas, claro.


Desde junio para acá he leído Bajo bandera enemiga, de Thomas Russell, que es una buen novela de mar, y que me ha gustado bastante. La reseña que le hice podéis verla en http://www.hislibris.com/?p=928 .
Luego me leí la Autobiografía de HG Wells, (la reseña está aqui: http://www.libros2.ciberanika.com/desktopdefault.aspx?pagina=~/letras/W/p04610.ascx )
que me decepcionó bastante, y un librito de Cuentos japoneses que tampoco me gustó demasiado (por ahora, como veis, la cosa está equilibrada), empecé a leer a Stieg Larsson y lo abandoné a los pocos capítulos. No sé, pero no conseguí entrar en la historia.
Y finalmente leí y disfruté mucho con Mágicos y Lógicos, de André Maurois, autor que admiro desde hace tiempo y al que debo leer más a menudo. Esta obra es una recopilación de conferencias que Maurois impartió en París en 1935, y en ella retrata a nueve escritores británicos: Kipling, HG Wells, Chesterton, Shaw, Conrad, L.Strachey, K. Mansfield, DH Lawrence, y A.Huxley. Todos ellos autores que me interesan, aunque a unos los he leído más y a otros menos o nada, como es el caso de la Mansfield, pero cahora creo que debería leerla un poco. El libro, una edición de 1943, (no hay ediciones modernas, la última creo que es la de 1967) lo conseguí en una librería anticuaria en Valencia, y conforme iba pasando páginas me iba quedando con trocitos de papel en las manos. Conseguí llegar al final y aún quedaba algo de la portada...En fin, a pesar de todo, me interesó sobremanera. Porque no sólo hablaba de cada uno de ellos sino de las relaciones de ellos entre sí, ya que casi todos se conocían personalmente o de oídas, y todos tenían algo que decir de los demás.
Después... he vuelto al mar. Acabo de terminar Confesiones de un pirata, de Gene Wolfe. No sé si habréis leido algo de él, yo leí en los ochenta Soldado en la niebla, una obra de ficción fantástica ambientada en una especie de gracia sobrenatural, algo muy peculiar. Por lo visto, según he podido enterarme fisgoneando por la red, este autor se ha especializado en novela fantástica o de ciencia ficción. No está mal, son aventuras de piratas en las Antillas, claro, que es su lugar natural, pero hay una mezcla con la fantasía porque el que lo cuenta, que es el capitán pirata, resulta que lo cuenta varios cientos de años después, y mientras su personalidad ha trocado en la monástica. Hay un tasvase de épocas, un viaje de ida y vuelta en el tiempo, pero el grueso de la narración es la época de los piratas.

Es una mezcla, no sé si muy exitosa o no, de relato fantástico y de aventuras. Al menos me he entretenido mucho leyéndolo. Y se sale un tanto de lo que leo habitualmente.

¿Qué me espera aún? Mmm...Muchísimos libros: la trilogía de la Bounty, por ejemplo, El Jardín de Hipatía, libro cuyo tema me llamó la atención, pero ahora que veo tantas versiones de Hipatías circulando por ahi se me están pasando las ganas. También tengo un librillo sobre El cine negro que le quiero hincar el diente, y La cultura de la conversación se quedó a la espera y aún está mirándome en mi estantería. Y cuando buscando otro libro me quedé con Bomarzo en las manos, me entraron ganas de apartar los demás y concentrarme en los Orsini de los que tan maravillosamente nos habla el gran Mújica Lainez.

8/7/09

ACTIVIDADES VERANIEGAS

Creo que me he tomado demasiadas vacaciones, pero lo cierto es que he tenido la cabeza en otras cosas y no podía sentarme y escribir así como así. El verano es un tiempo en que relajamos las costumbres, relajamos los cuerpos y los pensamientos, hacemos planes que luego se esfuman, y tratamos de ponernos al día en miles de asuntos atrasados, de esos que siempre se dice "lo haré en cuanto tenga tiempo", y luego casi nunca lo hacemos, no por falta de tiempo, sino por falta de ganas o porque ya no es necesario, o por que es inoportuno.
Lo cierto es que quería escribir sobre unas cuantas cosas vividas estos días pasados, pero lo fui dejando...

Una experiencia inolvidable de este mes de junio pasado ha sido la ópera. Me he dado el lujazo de asistir a la tetralogía wagneriana del Anillo del Nibelungo, programada en Valencia en el Palau de les Arts. Muchos han hablado del tema y bastante mejor de lo que yo podría hacerlo de su parte técnica, asi que remito a otros blogs:

http://elblogdeatticus.blogspot.com/2009/07/el-anillo-del-nibelungo-en-valencia.html
http://llevamealaverbena.blogspot.com/2009/06/placido-otra-vez-placido-todavia.html




Contaré mis impresiones personales, a mi manera. Ha sido emocionante, sobre todo por la música y por la historia en sí, que es muy muy atractiva. Aunque soy aficionada a la ópera, no tengo tantos conocimientos técnicos al respecto, sólo sé si me emociona o si no. Wagner alargaba demasiado sus óperas, ya que él consideraba que lo merecía, y además para él aquello no era sólo música, sino "arte total", música, teatro, literatura, filosofía, imágenes artísticas...Y en cierto modo, es así. pero Wagner no tenía sentido del límite y realmente, algunos pasajes bajan de interés o se hacen algo pesados, al ser cantados sólo por una persona y durante largo tiempo. Me imagino que esto algunos lo considerarán como una herejía, pero no me asusta ser hereje...
La historia de los Nibelungos, el tesoro robado a las Ninfas del Rhin, y luego por los Dioses y los Gigantes, la creación de la pareja humana Siegmund y Sieglind, los Walsungos, destinada al fracaso, pero también al amor, cuyo fruto es Siegfried, el héroe, el hombre sin miedo, que acaba con el dragón y recupera el tesoro nibelungo, y despierta a Brunehilde, la durmiente walkiria, ...todo ello es emocionante y atractivo, y si además lo presencias en directo y con una maravillosa música y voces divinas, pues es una gozada. Es un tema sobre el que he leído bastante, he escuchado distintas versiones de la ópera, he leído en la biografía de Wagner cómo se gestó y lo que le costó a Wagner producirlo, y claro, todo ello me lleva a disfrutar aún más con una actuación como ésta.


La parte negativa sería, si somos realistas, en que hacía mucho calor, las actuaciones eran largas, y la escenografía, a cargo de la Fura dels Baus, grupo que considero más circense o artísitico en otro sentido muy distinto del operístico, ha contribuído a que en algunos momentos me enfadara un poco, ya que pensaba que estropeaban la ópera con tanto artilugio, tanta proyección de colores en movimiento, y esas ropas contemporáneas del final, que, si bien comprendo su simbología -o creo comprenderla- me perturban y fastidian la atención.


Pero bueno; los cantantes han cumplido bien, Plácido Domingo, a pesar de sus años, hizo un maravilloso Siegmund, y Zubin Metha, el gran director de Bombay nos satisfizo completamente.
Otro día contaré sobre mis lecturas, que están siendo muchas....




























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